Traducciónes: inglés
Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Todas las naciones sabrán que Yo soy el Rey, el Salvador de las almas.
Todo aquel que se entregue a mí nunca más tendrá sed, dice Jesús, pero tienes que darme tu corazón completo. No te reserves ni una partecita. Entrégate por completo a mí para que Yo pueda trabajar en ti y hacerte una persona nueva.
Tienes que darme todo lo que eres para que Yo pueda cambiarte, lavarte y regenerarte. Pero si te guardas una partecita de tu corazón, Yo no puedo ingresar, no puedo ser el rey en tu corazón, no puedo trabajar, como el doctor no puede trabajar en su paciente si el paciente no lo deja trabajar en él.
Por eso tienes que abrir la puerta de tu casa de par en par, no solo un poquito, dice Jesús, porque Yo no te doy un poquito de mí; me doy por completo a ti. No te reserves nada en tus bolsillos, dice Jesús. Dame todo lo que tienes. Dame todo lo que eres.
No tengas miedo de sufrir, porque todo lo que voy a hacer en ti es para tu bien, porque Yo soy el único que sabe exactamente qué es lo que necesitas. Ningún hombre puede saberlo con su mente carnal, ningún hombre puede saber exactamente cada detalle de lo que cada persona necesita en particular, si no es por mí, dice Jesús.
Tómate fuerte, fuerte de mi mano. No me sueltes, pase lo que pase. No tengas miedo, porque Yo estoy contigo.
Si permaneces habitando en mí, Yo te voy a mostrar el camino, aunque no te des cuenta de que Yo soy el que te está guiando, dice Jesús. Pero no te niegues a mí y no desconfíes, porque lo único que quiero es que vayas a la luz, y que cuando te acerques a la luz llegues sin vergüenza, sin ni una sola manchita en tus vestiduras; que, cuando esa luz inmensa te ilumine, puedas mirarte a ti mismo y ver que en tus vestiduras no hay ninguna manchita, para que no tengas vergüenza de acercarte a mi Dios.
Pero hay muchos de ustedes que dicen entregarse a mí, dice Jesús, y aun así se reservan una parte en su corazón. Entonces Yo nunca puedo terminar de trabajar en ti como debería; no porque Yo no quiera, sino porque todavía eres el rey o la reina en esa parte de tu vida.
Yo estoy dispuesto a darte. Tengo las manos abiertas para dar. Estoy esperando que me pidas y que te entregues a mí. No soy Yo quien te cierra la puerta, dice Jesús, sino tú, escuchando tus miedos, que te mienten noche y día, diciéndote que si abres esa puerta que falta abrir, todo va a estar mal. Pero esto es un truco del diablo para que no cedas, para que no te relajes y me dejes trabajar en ti.
No te reserves nada, porque no hay secretos para mí, dice Jesús. Yo no miro las apariencias; miro lo que hay en los corazones y puedo ver con claridad, en el espíritu, en tu alma, si tu corazón está completamente abierto a mí o no. Cuando te miro, puedo ver cuál es la parte de tu vida que todavía no me entregaste, la que te estás reservando para ti mismo, y no puedo hacer nada debido al libre albedrío que mi Padre le dio a cada uno de ustedes.
Dame tus manos cansadas y trabajadas, dice Jesús, y Yo las voy a restaurar a nuevas, como al hombre de la mano seca, que Yo restauré a nueva. ¿No confías en mi poder? Mi Padre me entregó todo lo que tenía, después de mi sacrificio en la cruz.
No hay cosas imposibles para mí, y lo que a ti te parece imposible de remediar, imposible de sanar, imposible de cambiar, de restaurar, de regenerar, a mí solo me lleva un segundo de tu tiempo. Pero entrégame todos tus trapitos sucios y confía en mí, dice Jesús. Yo necesito que abras tu corazón a mí al cien por ciento, no solo una parte, para poder trabajar en ti al cien por ciento y no solo en una parte.
No te niegues a mí y no tengas miedo de mí, dice Jesús. Yo solo quiero restaurarte, hacerte de nuevo y sanarte, porque Yo soy el verdadero y único doctor de los corazones. Ningún doctor de este mundo puede ver lo que hay en tu corazón, pero Yo te conozco desde antes de nacer.
Yo sé todos tus detalles. Conozco todos tus sufrimientos. Sé que sientes, dice Jesús, que nadie te entiende, que nadie sabe lo que pasaste, lo que sufriste, pero Yo te conozco, mi hija, mi hijo, y quiero ayudarte.
Estoy dispuesto a darte todo lo que necesitas para que todo ese sufrimiento quede en el olvido y nunca más forme parte de ti, porque Yo estoy lleno de amor por ti, y lo único que quiero es renovarte: renovar tu fe, renovar tus esperanzas, renovar tu vida, darte un nuevo canto, una nueva alabanza, para que te levantes todos los días y seas como los pájaros que me cantan, que le cantan a mi Dios.
Es una pena para mí ver cómo todavía no me entregaste esa partecita que te estás reservando para ti mismo y ver cómo el diablo se sale con la suya y utiliza el miedo para alejarte de mí, dice Jesús.
¿No te das cuenta de cuán importante eres para mí y de que Yo quiero tenerte en mi reino, que Yo quiero tenerte en mi familia celestial, que Yo quiero darte todas las cosas? Pero todavía no me conoces, dice Jesús, porque te estás negando a mí. Con tu boca dices que te entregaste, pero no es cierto.
Yo te estoy llamando ahora, y Yo te he llamado varias veces, pero cada vez que escuchas mi voz se levanta el miedo y te roba de mi lado. Pero Yo estoy ahí, una y otra vez, dice Jesús, intentando que me escuches, tratando de tocarte, pero tú decidiste en tu corazón, hace mucho tiempo atrás, que era demasiado difícil entregarte a mí, demasiado peligroso, demasiado doloroso. Pero Yo soy el único que puede arrancar ese sufrimiento de tu corazón, el único que puede darte libertad en el corazón.
Escúchame ahora, dice Jesús. Soy Yo el que te está hablando. ¿Cuántas veces me pediste una señal? ¿Cuántas veces me dijiste: «Señor, te necesito en mi vida»? Y cuando Yo vine a responderte, me cerraste la puerta por miedo a entregarte a mí, por miedo al sufrimiento, por no confiar en mí.
Pero ¿quién más va a querer tu bien si no soy Yo? ¿Quién más va a querer tu bien si Yo soy el único que te ama de verdad, si Yo soy el único que te perdona una y otra y otra y otra vez? ¿No crees que Yo puedo sanarte? ¿No crees que Yo puedo lavarte? ¿No crees que Yo puedo restaurarte?
Si fueras como la mujer que tocó mis vestidos y se sanó al instante… Entre tanta gente que quería acercarse a mí, ella insistió, insistió e insistió hasta lograrlo, y cuando finalmente tocó mis vestidos, fue hecha nueva al instante. Sanó por completo. Instantáneamente se le abrieron los ojos y pudo ver cara a cara quién era Yo.
Pero ella no se reservó nada en sus manos. Me entregó todo lo que era, todo lo que tenía. Me entregó su enfermedad a mí. Entregó esa parte de su corazón que estaba trastornada. Me entregó su corazón en mis manos, dice Jesús, y Yo felizmente acepté darle uno nuevo, porque Yo estoy esperando que me entregues tu corazón roto para darte uno nuevo, con nuevas fuerzas, con nueva vida, con un nuevo aliento para que puedas respirar y encontrarme cada mañana.
Cada vez que abres los ojos y respiras un nuevo día, Yo voy a estar ahí, y ya no habrá más llanto, ya no habrá más sufrimiento, y todo lo que te hacía desfallecer, todos los traumas del pasado, todas las agujas que estaban clavadas en tu corazón, ya no van a estar más. Te voy a dar un corazón de carne, un corazón blandito, lleno de amor por mí, por los demás, por la vida, por ti misma, por ti mismo. Pero tienes que confiar en mí, dice Jesús.
Entrégame ahora todo lo que eres. Dame eso que más te duele. Dámelo a mí. No lo retengas más, y Yo voy a poder trabajar en ti como un mecánico que arregla una máquina que estaba rota porque le faltaba una pieza y ya no podía funcionar, como una máquina a la que le faltaba aceite.
Yo te voy a dar un nuevo aceite, un nuevo óleo de vida, dice Jesús, y lo vas a sentir corriendo en tu cuerpo, en tu sangre, porque Yo te voy a dar de mi sangre, de nueva vida. Yo te voy a dar de beber un vino nuevo para que festejes en mí.
Así que ahora ábrete, abre tu corazón a mí y búscame, y llámame, y ruégame, e implórame de todo tu corazón, dice Jesús. Lucha contra esos miedos que quieren mentirte y alejarte de mí.
¿No te das cuenta de que es el diablo el que quiere impedir que te entregues a mí? Porque él sabe que si me entregas tu corazón por completo, ya no va a tener más chances, ya no va a poder seguir lastimándote, ya no va a poder seguir hiriéndote, ya no va a poder clavarte ninguna aguja más en tu corazón mientras habites en mí.
Sí, el proceso de sacar las agujas de tu corazón puede resultar doloroso, pero después de eso ya no vas a tener más memorias de haber sufrido lo que sufriste, y solamente habrá dicha y gozo del Espíritu, porque mi amor va a permanecer en ti.
Pero tienes que pasar por eso. Tienes que caminar ese camino. Así como un paciente tiene que entrar en la sala de operaciones, puede resultar doloroso que te corten y te abran el corazón en el medio para sacarte lo que no sirve, lo que está podrido, lo que está estancado, lo que te está pinchando y punzando, lo que no te deja vivir en paz. Pero una vez que ha sido operado, esa herida cicatriza, dice Jesús, y vale la pena pasar por ese proceso.
Créeme que vale la pena entregarte a mí. Dame eso ahora, dice Jesús, en este mismo momento. Entrégamelo ya. No hay más tiempo que perder. Entrégame lo que tienes guardado en lo más secreto, en lo más viejo, en lo más profundo de tu corazón: eso que tanto te duele y que no quieres darme, eso que tanto quieres esconder de los demás pero se hace tan visible en tu mirada y tu rostro se va envejeciendo por causa del sufrimiento guardado.
Sácalo a la luz. Mete tu mano en lo más profundo de tu corazón y saca eso que está guardado en el fondo del pozo. Sácalo ahora, dice Jesús. No tengas miedo y entrégalo a mí. Entrégalo en mis manos y dime:
«Jesús, te entrego todo lo que soy, te entrego todo lo que tengo, y te doy esto con lo que no sé qué hacer. Te doy esto que hace tantos años que me está lastimando, que no puedo perdonar. Te doy esta parte de mi corazón que está podrida. Te la entrego a ti, mi Señor, porque solamente Tú sabes lo que tienes que hacer con ella.
«He buscado ayuda en todos lados, igual que la mujer con pérdida de sangre. He gastado dinero en psicólogos, he gastado dinero en doctores, y parece que estoy cada vez peor. He acudido a hechiceros, a adivinos, y nadie pudo ayudarme, porque nadie puede llegar hasta ese pozo profundo en mi corazón, donde está esa podredumbre.
«Jesús, mete tu mano en mí y sácalo de mí. Arráncame este dolor. Saca este sufrimiento que ya no me deja vivir. Necesito tu paz. Necesito tu vida. Déjame tocar tus vestiduras, Señor, para que pueda ser salvo y para que puedas hacerme completo de nuevo.
«Señor, te necesito. Ya no quiero ser más el que soy. Señor, quiero que me hagas de nuevo. Te entrego esa parte de mi corazón que está podrida para que me des una nueva parte con vida, Señor, para que me des un corazón nuevo, que late por ti, para que nunca más ninguna aguja pueda entrar en mí y herirme. Señor, dame esa vida para que yo pueda beber de tus aguas frescas y nunca más tener sed.»
El Señor dice que ores a Él y le digas:
«Señor, he buscado en todos lados y no encuentro la vida que necesito para salir de donde estoy. Señor, pensaba que te lo había dado todo, pero me he mentido a mí mismo, porque cuando miro mi corazón, sé que hay una parte que aún no te entregué, y sé que me falta algo. Siento que me falta algo, Señor, y esto es por mis propias decisiones.
«Pero me arrepiento de haberme reservado esto para mí. Me arrepiento de querer ser mi propio Dios en esa parte de mi corazón. Confieso que me escondí de ti por miedo, por pensar que yo mismo tenía que renovarme, por no entender que Tú eres el doctor de los corazones y que tengo que entregarme por completo a ti para que me operes, Jesús.
«Pero ahora te entrego mi corazón, te entrego mis manos, te entrego mis pensamientos, te entrego todo lo que soy, Señor, para que trabajes en mí y me renueves. Jesús, necesito respirar tu perfume. Necesito renacer. Necesito ser una persona nueva. Gracias, Señor.»
Yo estoy esperando que clames a mí, dice Jesús, pero muchos me cierran la puerta. No soy Yo el que me niego a ti; es solamente que aún no te entregaste por completo a mí. Si aún no pudiste encontrarme, no es porque Yo no quiero verte, no es porque Yo no quiero escucharte; es porque tú te has negado a mí de alguna manera y has cerrado esa puertita en tu corazón hace tanto tiempo atrás que ya te olvidaste de que está cerrada.
Eso de lo cual no quieres hablar está tan metido bajo la alfombra que hasta a ti mismo te resulta difícil encontrarlo. Pero no importa, dice Jesús, porque para mí nada es imposible. Lo que para ti ya está escondido muy, muy profundo en tu conciencia, para mí está en la superficie y puedo verlo claramente.
Te espero, hija mía, hijo mío, dice Jesús. Espero que reacciones esta vez. Espero tu entrega y tu respuesta a este mi llamado.
Amén.