Hola, soy Noelia. Bendiciones en el nombre de Jesús. El Señor habla hoy sobre los hijos y dice:
Cada alma que fue creada es para mí como una piedra preciosa. Su valor es incalculable, incalculable para la mente humana. Cada alma que Yo creé es como una piedra preciosa de diferentes colores, aspectos y texturas, pero cada una de ellas tiene un valor altísimo para mí, invaluable. Vale más que todo el oro del mundo, que todo el dinero del mundo. No se compara con las cosas materiales.
Y es mi voluntad, dice el Señor, enviar a los hijos a los padres. Cuando Yo envío un bebé a este mundo y esa alma encuentra una puerta cerrada en tu casa, mi ira es muy grande, porque Yo he enviado esta alma con mi propia voluntad, y si encuentro que tu matriz está cerrada para poder realizar mi voluntad en tu cuerpo, grandes males van a venir sobre tu casa, porque pecado enorme es este. Ofensa muy grande me has hecho al cerrar tu matriz a mí, dice Dios.
Mujer, tenés que entender que tu matriz es lo más sagrado que Yo he hecho. Es el lugar donde se engendra la vida, dice Dios, y la vida es mi Hijo Jesús. Si vos cerrás la puerta a la vida que Yo mismo mando, ¿cómo pretendés que Yo te acepte en la vida que Yo te puedo dar, que Yo te dé de mi vida eterna, si vos, mujer, estás negándome tu templo sagrado que es tu cuerpo para que Yo pueda hacer mi voluntad? dice Dios.
Si este es tu caso, arrepentite ahora mismo de los males que me has hecho, de la ofensa que me hiciste, y así quizás mi ira se vaya de arriba tuyo, de delante de ti. Arrepentite y lavá tu corazón y tu pecado ahora mismo, porque Yo no perdono a una mujer ni a su familia que acompañe una decisión de no traer a un niño al mundo, dice Dios. Si ya te ensuciaste las manos y están llenas de sangre y cometiste homicidio en contra de un alma que Yo mismo he enviado, más vale que te arrepientas ahora, para que quizás Yo tenga misericordia de vos y te perdone para que cuando llegue el momento del juicio final, esa sangre ya haya sido lavada de tus manos.
Y pobre de aquel que se interponga y que se oponga en el nacimiento de un niño, dice Dios, porque este es uno de los pecados más grandes que puede cometer el hombre contra mí. Si vos sos hombre y trajiste una vida a este mundo y embarazaste a una mujer, más vale que te hagas cargo de ese niño, porque a mí me complace un verdadero padre, como Abraham. Me complace el hombre que tiene un corazón de padre, de papá, un corazón parecido al mío, dice Dios. Pero si vos sos hombre y te estás negando a que venga una vida a este mundo cuando Yo estoy mandando un bebé a tu familia, si te estás negando a ser padre, ¿cómo pretendés que Yo te acepte como hijo? No me llames Padre si vos no querés ser padre primero.
Arrepiéntanse y laven su corazón de esta maldad, dice Dios. Y todos los medios anticonceptivos, ¡los aborrezco! ¿Quién sos vos para planear mi voluntad en este mundo, si todas las almas fueron creadas por mí? Ahora, hijos míos, entiendan la importancia de la familia. Yo mismo creé esta institución, y el diablo está trabajando fervientemente contra ella. Arrepiéntanse de toda maldad. No dejen que Satanás rompa su familia. Luchen por esta institución que Yo mismo establecí en la tierra, y Yo los voy a bendecir grandemente y abundantemente, y van a conocer la vida eterna. Pero pobre del que rompa esta institución a propósito, dice Dios.
Así que ahora, hijos míos, despiértense de las mentiras de este mundo, dice Dios. Dejen de utilizar anticonceptivos. Mujeres, abran su matriz a mí. Hagan su vientre disponible para mí, para hacer mi voluntad con ustedes, porque mi corazón ama grandemente a la mujer que está dispuesta a recibir las almas que Yo mando, a ser mamá, a ser madre. Porque solo a través de esta manera vas a entender el significado del amor verdadero al tener un hijo, y si Yo quiero mandar diez hijos y esa es mi voluntad, ¿quién sos vos, mujer, para detenerme?
Así que ahora, dice Dios, todos los anticonceptivos que estén en tu casa, tiralos a la basura en este momento y arrepentite, porque ahora mismo podría venir el día del juicio. ¿Vos pensás que Yo no veo todo? Lo que Yo quiero no es inculcarte miedo, sino que tu alma sea salva, pero nadie que hace estas cosas, que mi alma aborrece por completo, va a entrar en mi reino, porque mi Hijo para mí es lo más sagrado, dice Dios. Entonces, ¿cómo pretendés ser mi hija? ¿Cómo decís que sos mi hija si tú misma no querés tener hijos?
Yo estoy llamando a la puerta, dice Jesús. Si me abres y haces mi voluntad, Yo también voy a escucharte. Pero si sigues negándote a la voluntad de mi Padre, Yo no voy a entrar en tu casa, y siempre vas a sentir que te falta algo, porque Yo estoy al lado de los que me obedecen, y los que me obedecen son los que realmente me aman, dice Jesús. Pero si tú no quieres entregar tu cuerpo como un sacrificio sagrado para que mi Padre haga su voluntad en él, ¿cómo pretendes que mi sacrificio valga por ti?
Así que ahora mismo, mujer, si has hecho algún aborto, limpia tus manos de esa maldad a través del arrepentimiento, y Yo te lavaré con mis aguas, dice Jesús. Pero si seguís en tu maldad, Yo no te voy a acompañar, porque Yo no estoy al lado de las mujeres desobedientes. A mí me agrada la mujer mansa, dice Jesús, la humilde de corazón, la servidora, y una mujer que tiene hijos es la verdadera servidora.
Pero si mi Padre no desea mandar hijos y esa es su voluntad para vos, entonces tienes otro camino. No serás condenada, porque no cerraste tu matriz a su voluntad. Si no tienes hijos y los deseas con todo tu corazón, entonces orá noche y día para saber si es la voluntad de mi Padre de darte uno, y Él te va a escuchar. Pero a veces no es la voluntad de mi Padre darlo. Si vos buscás hacer mi voluntad, dice Dios, Yo te voy a bendecir. Pero si cierras la puerta y pones tu mano así (indicando una señal de stop con la mano) para detenerme, Yo también voy a poner mi mano así, y no te voy a escuchar, y no voy a escuchar tus oraciones, dice Dios, porque Yo no escucho a los desobedientes.
Así que ahora limpiá tu corazón y entregá tu cuerpo a mí como un sacrificio viviente, porque tu cuerpo, mujer, es el templo sagrado para que habite el Espíritu Santo. Pero tiene que estar limpio, y todas estas pastillas y anticonceptivos que tomás lo están ensuciando. No entristezcas al Espíritu Santo en vos, dice Dios, y limpiáte de toda esta iniquidad. Yo te amo, dice Dios, pero detesto cuando mando una alma al mundo y se encuentra rechazada porque vos cerraste la puerta voluntariamente a recibirla.
Arrepentite ahora de tu maldad y arrodillate a orar a mí y a pedirme perdón para que tal vez Yo me dé vuelta y te mire y te escuche y tenga misericordia y piedad de vos, y te voy a dar una segunda oportunidad. Pero si seguís siendo rebelde, idólatra de vos misma, Yo no voy a escucharte y no voy a mirarte y voy a dar vuelta a la cara, y cuando me ruegues y me implores, Yo voy a mirar tus manos llenas de sangre y no te voy a responder, dice Dios.
Así que entiendan, hijos míos, el valor de los hijos. No los rechacen. Denles amor, edúquenlos en mí, enséñenles a vivir en mí, y Yo voy a permanecer con ustedes, mostrándoles el camino. Sean pastores de sus hijos, cuídenlos, porque son mis ovejas, son mis ovejitas, dice Jesús. Yo amo a los niños y mi corazón se estremece por los bebés. ¿Cómo podés negar una vida?, dice Jesús, cuando Yo soy la vida.
Hijos míos, despiértense. Escuchen a mi llamado. Corrijan sus caminos. Mujeres, dejen de prostituirse y limpien su cuerpo. Dejen de ensuciarse. Dejen de tomar medicamentos que ensucian su sangre, dice Dios. Mis ojos están en todos lados y Yo sé cuál es la mujer pura y limpia del corazón, la que dispone su cuerpo a mí, su alma a mí, su espíritu; la que me busca, la que me habla, la que ora a mí constantemente, la que me dice: «Señor, soy tu sierva. Quiero servirte. Hacé lo que quieras conmigo.» Mi corazón se complace con este tipo de mujeres, dice Dios.
Pero a la altiva, a la mandataria, a la idólatra de sí misma, que lo único que hace es pensar en ella todo el día, idolatrarse, llena de vanidad, de materialismo, de egoísmo, a la «Jezabel», a esa mujer aborrece mi alma. Y esa mujer es la que no quiere tener hijos, porque eso significaría perder tiempo, tiempo que podría gastar en ella misma.
Hijas mías, ustedes son una piedra valiosísima para mí, cada una de ustedes. Yo las estoy llamando a que se limpien. Créanles a mis profetas, dice Dios. Limpien sus manos de los abortos, de los asesinatos. ¿O no creen que Yo veo todo? Límpiense de toda maldad. Yo aborrezco la injusticia y no deseo que ninguna alma se pierda. Así que arrepiéntanse y límpiense de este pecado, que no es menor ante mis ojos, y hagan mi voluntad y síganme, y Yo les voy a mostrar el camino recto, como debe ser una mujer ante mis ojos.
Pero búsquenme a mí primero que nada, dice Jesús. No se guíen de la mujer del mundo, de la altiva de corazón, la que busca carrera, la que todo el día habla de yo, yo, yo… sino que sean como una sierva graciosa, que sirve a su marido, que me sirve a mí, como Yo sirvo a mi Padre, como el Espíritu Santo sirve. Yo no he llamado a las mujeres para que sean dominantes. Yo estoy llamando a la mujer a que sea humilde, a que sea femenina, a que sea dulce, a que entregue su corazón a mí para que Yo pueda enseñarle lo que es el verdadero amor.
Yo estoy llamando a las naciones a que se arrepientan de los abortos. Yo voy a juzgar a los médicos. Yo voy a juzgar a los médicos que hacen estas aberraciones, dice Dios, y para ellos está preparado el castigo del fuego eterno, porque mis ojos están en todos lados y Yo sé quién tiene sus manos sucias. Así que límpiense las manos mientras haya tiempo, para que tal vez pueda perdonarlos antes de que llegue su final, y dejen de cometer estas aberraciones de romper los cuerpos adentro de los vientres mientras todavía están vivos, dice Dios, porque mi ira, mis ojos llenos de fuego y de ira están sobre ustedes, los que abortan y los que sacan a un niño de adentro del vientre de su madre y se queda sin su casa.
Hijas mías, entren en razones. Yo las estoy llamando. Soy Yo el que habla, dice Dios. Si de verdad quieren llamarse hijas mías, límpiense de toda esta inmundicia que vende el mundo, porque el diablo es muy astuto y está buscando destruir la familia, destruir las madres, que no existan los padres. Pero no sean necias. Lean mi Palabra y encuentren lo que allí dice sobre los hijos, cuánto los amo. Y mi castigo está sobre los que no me escuchan, sobre los que derraman su semilla. ¿O no crees que estoy viendo todo?, les dice el Señor a los hombres. Así que límpiense el polvo de sus calzados ahora mismo y clamen a mí para que tal vez todavía haya tiempo de que Yo los oiga.