Busquen mi justicia, la única justicia que es recta, que es verdadera, que no se equivoca. Limpien sus vestiduras de cualquier mancha de maldad, de cualquier mancha de iniquidad, y Yo voy a permanecer con mi mano sobre ustedes y nada los podrá derribar. Pero apártense de la iniquidad, de lo que es injusto, de lo que es incorrecto, de lo que es corrupto, de lo que es sucio, de lo que es inicuo, y Yo les voy a enseñar a caminar en la senda de la justicia que me complace, porque Yo habito al lado de los justos, dice el Señor.
Busquen en su conciencia cualquier rastro de iniquidad. Clamen a mí y Yo les voy a enseñar cómo permanecer limpios, justos y verdaderos. No se aparten ni a la izquierda ni a la derecha de mi camino, y Yo los voy a bendecir, dice el Señor. Pero abran sus oídos a mí y abran su boca por mí y declaren lo que es justo y lo que es verdadero delante de los hombres, y Yo no los voy a abandonar. Yo estoy llamando a las naciones a que busquen mi justicia, no la de los hombres. Aprendan a ser justos, como mi Padre es justo, dice Jesús, y van a conocer el verdadero sentido de la ley.
Mañana Yo vendré y voy a llamar a juicio a las naciones, y rendirán cuentas de todo lo que hicieron, de lo justo y de lo injusto, y mi Padre, que es justo y verdadero, medirá la balanza y contará los frutos de la iniquidad. Y ninguna nación que no fue verdadera, ninguna nación que no quiso seguirme va a permanecer en pie, porque todo lo que es justo, la justicia divina, proviene de mi Padre, y no dejará ningún inicuo sin juzgar.
Así que ustedes, amigos míos, dice Jesús, busquen la justicia que viene de lo alto. Aléjense del mal, de la corrupción, de la suciedad, y busquen lo que es bueno, lo que es verdadero. Búsquenme a mí, habiten en mí, tomen fuerte mi mano y Yo les voy a enseñar a juzgar con justo juicio, porque todo el que habita en mí desarrolla su discernimiento y aprende a discernir entre el bien y el mal como Yo discierno. Todo aquel que habita y permanece en mí desarrolla su discernimiento y aprende a ver lo que es justo, lo que es verdadero, o lo que es sucio y lo que está corrupto, con los mismos ojos que mi Padre mira el mundo.
Así que, naciones, busquen la justicia divina, la que viene de lo alto, la que mide con justo juicio, y no serán quebrantadas. Hermanos, dice Jesús, no se aparten de mí. Sean inteligentes y habiten en mí, primero que nada, y Yo les voy a enseñar todas las cosas, porque nadie puede ser justo si no habita en mí, dice Jesús, y si verdaderamente estás buscando lo que viene de lo alto, vas a buscarme a mí.
Yo estoy dispuesto a dar a todo aquel que pide, dice Jesús. Yo tengo las manos abiertas, estoy esperando para darte, pero pídeme lo que es justo, lo que es verdadero, lo que me complace; las cosas de arriba, no las cosas de abajo, y Yo te voy a bendecir en abundancia, dice Jesús. Pero quiero que estés limpio, que tus vestiduras sean blancas, sin mancha alguna, para que puedas entrar conmigo a mi reino.
Canto en lenguas
Éramos un pueblo perdido, rompiendo tus reglas libremente. Nadie nos decía lo que estaba bien o estaba mal. Nos acusábamos el uno al otro por las transgresiones contra nuestro prójimo, y cobrábamos venganza nosotros mismos, hasta que enviaste a tu siervo Moisés y nos hiciste conocer tus reglas. Este nuevo conocimiento revolucionó nuestras vidas. Tuvimos que adaptarnos a la ley y aprender a vivir de nuevo. Hubo gente que se llenó de ira y que despreciaron las nuevas reglas, pero también hubo otros que se dijeron para sí: «Ahora sabré cómo puedo santificarme más.»
Así, la ley dividió a los justos de los injustos. Entonces, estos dos grupos comenzaron a contender y a acusarse entre sí. Los injustos comenzaron a reunirse para planear cómo destruir a los justos, pero los justos comenzaron a clamar a Dios para que los libre de sus enemigos. Entonces, Dios los oyó y envió un ejército celestial para que los destruyera. Los justos alabaron a Dios de rodillas y dijeron: «Gracias, Dios, por librarnos y por mostrarnos tu justicia.» De esta manera quedó manifestado quién verdaderamente pertenecía al pueblo de Dios, y ellos comenzaron a servirle con todo su corazón.