Traducciónes: inglés
Durante mi caminar siguiendo a Jesús, he pasado por muchas pruebas de fe. Algunas han sido más livianas, otras realmente fuertes, donde uno tiene que avanzar prácticamente a ciegas, paso a paso, sin saber qué hay más allá. Es como que el Señor te va llevando y guiando por un camino en el que no sabes a dónde vas.
Esto es normal y necesario, y generalmente es una buena señal, porque el Señor va a poner a prueba nuestra fe. Es muy fácil demostrarle a Dios que confiamos en Él cuando todo está bien, pero Él va a llevarnos a un punto donde va a probar nuestra fe, poniéndonos en situaciones donde las cosas no van a parecer estar bien ante nuestros ojos.
[1 Pedro 1:7] Tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo…
A medida que avanzamos por ese camino donde Dios nos pide caminar a ciegas, sin entender del todo el proceso de la fe, Él nos va enseñando qué significa realmente la fe y qué es caminar en fe.
La fe es saber que algo existe o que va a manifestarse, aunque todavía no lo veamos. Caminar por fe es caminar en el espíritu, no en lo físico. No se trata de ver lo que hay en nuestro camino, sino de confiar en lo que Dios nos promete en el espíritu, que es invisible. Eso es la fe.
Van a llegar momentos —y de hecho lo estoy experimentando en mi vida— en los que Dios te va a pedir que des un paso muy grande y no te va a dar muchos detalles.
Él puede decirte: «Tienes que hacer esta tarea» o «Tienes que ir a tal lugar», y te vas a quedar pensando: «¿Pero cómo, Señor? ¿A dónde? ¿Cuándo? ¿Qué va a pasar después? ¿Cómo voy a subsistir? ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo se va a desarrollar todo esto? ¿Cuál es el propósito?» Y la respuesta de Dios va a ser: «Simplemente confía en mí y obedéceme».
Estas pruebas de fe tan grandes son comunes y necesarias, y se van a presentar varias veces a lo largo de la vida de un cristiano y en distintos niveles. Dios nos va a probar de muchas formas para ver si realmente confiamos en Él. Él nos va a probar para ver si realmente le hacemos caso y obedecemos, aunque no podamos ver más allá del primer paso que nos pide, porque Él nos lleva progresivamente, paso a paso, cuando nos encarga una tarea grande.
Él puede decirte: «Tienes que ir a tal lugar», y te vas a preguntar: «¿Cómo voy a trabajar? ¿Qué voy a hacer? ¿De dónde voy a sacar los recursos? ¿Para qué? ¿Cuál es el llamado que tengo en ese lugar?» Y Él te va a responder: «El primer paso es ir para allá. Quiero ver si primero me respondes a lo que te estoy llamando, y después te voy a decir cómo sigue el camino. Pero tienes que tomarte de mi mano con fe ciega, esperando que Yo te guíe».
Dios no te da de golpe el manual con todas las instrucciones, sino que te lo va mostrando página por página. Primero tienes que leer la primera página y cumplir con lo que dice, para poder avanzar a la siguiente. Dios te va a dar las instrucciones del segundo paso recién cuando confiaste en Él e hiciste el primero.
Para muchos cristianos, cuanto más tiempo llevan siguiendo a Jesús, más difícil les resulta caminar en fe. Veo que muchos cristianos renacidos llegan a un punto en su vida donde se estancan.
Dios los llama a hacer algo importante en lo que no se sienten seguros, o a hacer algo fuera de lo común que los saca de su comodidad, o a renunciar a algo, y ahí les cuesta mucho dar ese paso de fe, y dicen en su interior: «Yo ya estoy salvo, oro todos los días, leo la Biblia, estoy activo con Dios, y eso es todo».
Pero Jesús dice en la Biblia: «Mi Padre y Yo hasta ahora trabajamos». Dios es muy dinámico y diverso. A Él le gusta la diversidad y los cambios, y Él trabaja todo el tiempo.
Cuando uno se queda en un lugar, haciendo lo mismo durante mucho tiempo, va a llegar un momento en que Dios lo va a sacar de esa comodidad, porque no hay otra forma de aprender. Veo que a muchos les cuesta dar ese salto de fe, sobre todo cuando ya llevan muchos años siguiendo a Jesús.
Cuando ven a alguien que da ese salto de fe, que responde a Dios sin tener nada seguro, suelen decir: «Deberías buscar algo más seguro. Capaz que lo que escuchaste no viene de Dios. ¿Por qué no agarras algo mientras tanto? ¿Por qué no haces una transición mientras Dios te confirma si eso que escuchaste era realmente de Él?»
Y esa persona responde: «Yo escuché clarito que Dios me pidió que haga tal cosa. Ya le pregunté a Dios, ya pedí confirmación, ya oré, ya ayuné, y sigo recibiendo la misma respuesta. En mi corazón y en mi cabeza sé que esto es lo que Él me pide que haga, por más que parezca la locura más grande del mundo.»
A algunos hermanos les cuesta escuchar esto, porque es como que algo que estaba estancado adentro suyo empieza a moverse. La persona que tiene mucha fe influye muchísimo en la vida de aquel que estaba detenido y cuya fe se había quedado en cierto nivel.
La Biblia nos dice que hay diferentes medidas de fe, y también que nosotros tenemos que pedir más fe. Entonces, si tenemos que pedir más fe, eso significa que la fe varía de una persona a otra.
Últimamente estuve viviendo esta situación y tuve que decir: «Estoy haciendo esto porque sé que Dios me está pidiendo que lo haga. Estoy segura y voy a esperar paciente hasta que Dios cumpla su promesa. Voy a orar, voy a ayunar y no voy a tomar otro camino, porque Él me está diciendo que vaya por la derecha, no por la izquierda.»
El miedo juega un papel muy fuerte en estas situaciones y trata de tirar abajo la fe, tanto la mía como la de los demás.
Algunos hermanos se sienten muy perturbados por esta fe tan grande que dice: «No me importa lo que pase. Yo voy a hacer lo que Él me dice, aunque no tenga seguridad, aunque no tenga el manual completo y aunque no tenga la menor idea de lo que estoy haciendo. Si Él me pide que haga tal cosa, lo voy a hacer, porque tengo fe y confío en Él.»
Hay hermanos que insisten: «Pero tal vez deberías hacer lo otro. ¿Y por qué no tomas por la izquierda hasta que Él cumpla lo de la derecha?» Y siento que algunos no lo hacen a propósito.
Pero eso no es fe. Si yo agarro por la izquierda, pensando que Dios va a cumplir lo que me prometió que era por el camino de la derecha, Él no lo va a hacer, porque estoy invirtiendo mi tiempo y energía en otro lado, alejándome de su voluntad. Él va a ver que realmente no tengo fe para esperar lo que me prometió o para cumplir lo que me pidió, sea algo pequeño o grande.
En estas situaciones sientes que estas personas te están robando la fe, aunque no sea su intención. Cuando yo misma pasé por eso recientemente, estuve pensando y meditando, y dije: «No, no voy a dejar que me roben mi fe, porque la fe es más preciada que el oro. La fe es lo más grande que un cristiano puede tener.»
Nosotros tenemos la obligación de trabajar día a día para que la fe crezca. Si permito que el miedo y la frustración de otros afecten mi fe, no voy a hacer la voluntad de mi Padre.
En estas situaciones sientes que estas personas son como vampiros que te quieren chupar la sangre. Entonces uno tiene que tomar la decisión y decir: «Gracias por tu ayuda. Aprecio mucho que quieras ayudarme y que estés preocupado por mí, pero tengo plena fe en que lo que Dios me está diciendo lo va a cumplir, porque Él es poderoso y todo lo que Él dice se cumple. Y si estoy segura de que lo que escuché vino de Él —porque lo he estado orando hace tiempo, incluso ayuné, y la respuesta es la misma y cada vez más fuerte— entonces voy a hacer eso y no voy a ir a otro lado, como haciendo tiempo mientras se cumple lo que Dios me dijo.»
La Biblia dice que sin fe es imposible agradar a Dios. En una persona que realmente sigue a Jesús, cada versículo cobra vida. Pero en la vida de alguien que lee la Biblia y no la aplica, no pasa nada. Es como que la Palabra está muerta para él.
Cuando realmente sigues a Jesús, Él es tu pastor y te dice: «Te estoy llamando para que vayas a este lado, oveja mía. Tú perteneces a mi rebaño y Yo soy tu pastor. Nadie más es tu pastor.»
Dios va a probar tu fe, porque esa es la única manera de que la fe crezca. Si le pides al Señor más fe, como yo lo hago cada día, Él te va a decir: «Te voy a dar más fe, pero tienes que demostrarme que eres digno de que Yo te dé más fe», y muy probablemente te va a poner en situaciones complejas donde tendrás que mostrar cuál es la medida de fe que puede entrar en tu vaso.
Vas a pasar por muchas pruebas. Dios puede decirte: «Cumple esta tarea, por favor», y te prueba para ver si eres capaz de cumplirla, y esas pruebas siempre van más allá de lo que piensas que puedes hacer.
Dios puede decirte: «Te voy a llevar un poquito más allá de los límites de tu mente, más allá de lo que piensas que puedes alcanzar.» Entonces quizás digas: «Pero eso nunca lo hice. Nunca fui ahí y no sé hacer eso, Señor», y protestes al principio: «¿Pero cómo quieres que lo haga? No me siento capaz.» Sin embargo, Dios no quiere que lo hagas tú solo, sino que Él lo haga a través tuyo, por tu fe. Pero tienes que ser digno.
Dios te va a poner en este tipo de situaciones y vas a empezar a caminar por un camino lleno de obstáculos y piedras. A veces esas piedras no son situaciones ni cosas, sino personas que te rodean, y a veces hasta hermanos, y depende de ti qué haces con esas piedras, qué haces con esos vampiros de la fe que quieren tirarte abajo y robarte lo más preciado que tienes.
En mi caso, yo le digo al Señor: «No, Señor, esto es mío y es lo más preciado que tengo. Nadie me lo va a tocar y nadie me lo va a robar. Pase lo que pase, voy a confiar en ti, voy a esperar en ti y no voy a tomar otro camino que el que me dijiste, porque eres santo y poderoso, porque eres omnipotente, omnipresente, omnisciente, Señor. ¿Quién más puede saber lo que más me conviene si no eres Tú?»
Ese era el mensaje que quería dejarles hoy. Uno tiene que defender su fe. Uno tiene que ser tenaz y estar absolutamente convencido, porque nosotros tenemos que esperar lo que no vemos. Dios nos dice: «Tengo esto preparado para ti», y todavía no se concreta, pero en el espíritu ya la orden ha sido enviada y solo falta que se manifieste en lo material. Pero lo que hace que eso se manifieste en lo material es tu fe.
Señor, danos fuerzas a todos para poder confiar en ti. Danos más fe. Necesitamos una fe muy grande, Señor. Queremos agradarte con una buena medida de fe, Señor. Si somos dignos, equípanos con el escudo de la fe, porque sabemos que a través de la fe podemos vencer batallas, podemos defendernos de cualquier dardo del maligno y podemos sobrevivir a cualquier situación y a cualquier prueba.
La fe es todo para nosotros, Señor. Danos más. Danos ese tesoro preciado, Señor. Lo anhelamos y lo queremos. En el nombre de Jesús, Señor, te pido que incrementes la fe de mis hermanos que están escuchando esto y que aprendamos juntos a defender lo más preciado que tenemos, que es más preciado que el oro.
Gracias, Señor, por todo. Gracias por estas grandes pruebas. Gracias por estas grandes comisiones que nos das, Señor, porque cuando nos das algo muy grande para cumplir, eso significa que estás trabajando en nosotros. Y cuando todo está estable y nada se mueve por mucho tiempo, ahí es cuando tenemos que empezar a preguntarnos: «¿Qué pasa? ¿Estoy haciendo algo mal, Señor? Porque no se mueve nada. Me siento estancado, sentado, aburrido, como que ya lo sé todo.»
Señor, te agradezco porque nos llevas por caminos impensados, porque ensanchas las fronteras de nuestra mente y nos enseñas las cosas espirituales para que estemos totalmente equipados. Yo sé que somos tus hijos y que no nos vas a dejar sin perfeccionarnos hasta el fin, Señor. La Biblia dice que somos perfeccionados hasta el fin, y nosotros queremos ser lo más parecidos a Jesús, Señor.
Te agradezco mucho por enseñarme en mi vida y por permitirme compartir todo esto con otras personas para su edificación. Muchas gracias, Señor, en el nombre de Jesús.